jueves, 1 de abril de 2010

Estado de confusión (va por Daniel)


La isla es isla, hermano,
una gota de agua congelada en medio del mar universal.
Mar de confusiones… proceloso mar.

(De la carta a un amigo)

El pueblo se llama Juan
El pueblo se llama Juan.
Siembra, muele el maíz, aserra el tronco.
No alcanza estatua cuando muere oscuro.
Pone el pecho a la bala en la guerrilla.
El pueblo se llama Juan, como el que dijo
“Ama, y haz lo que quieras”. Él lo hace todo, y ama.
Nadie habla, nadie calla, como él.
Él conoce una música que olvidaron los otros
y no enseñan en ninguna escuela.
Funde el hierro, sudando, como el que está más cerca
del resplandor del fuego. Amasa el pan, al alba.
El pueblo se llama Juan, y está junto a los hornos.

(Fina García Marruz)

Tal vez a Fina no le gustaría la inserción aquí de su poema en la hora de hoy. Pero así es la poesía, mi querida Fina, la gran poesía. No hay tiempo ni espacio definidos para ella, usted lo sabe. Apenas terminado el último verso, el poema nos deja de pertenecer. Su letra se aparta de nosotros y, tras el instante sin dueño, el poema está ya en la mano de todos los que quieran apropiarse de él. Yo me adueño hoy de sus versos, desde el respeto y la admiración más sinceros.

Circula en estos días por el ciberespacio una carta originada en la provincia cubana de Matanzas, firmada por Daniel. Texto conmovedor, profundo, doloroso, que por todo ello hace pensar. La inserción del poema de Fina tiene que ver con el Daniel que firma la carta y mi propia cita obedece a otra que bien pude destinar a él. Todos somos Juan ─muchos somos Daniel― en este proceloso mar de confusiones, sobre cuyos efectos discurro ahora para no llegar a parte alguna, que no sea la de acompañarnos en el desgarrado momento de nuestra tierra.

Hace unos días, al leer la carta de Daniel, escribí lo que sigue:
Los confundidos a menudo provocan rechazo. Es lo que sé. En verdad resulta desconcertante y hasta enfadoso atender a alguien que está confundido. Con frecuencia se encuentra ante una disyuntiva y no sabe para dónde ir, qué preferir. Si una amiga te habla para que la ayudes a elegir el vestuario con que acudirá a la boda de su hija, ya te perdiste, porque emplearás todo un día, tal vez más, y al final ella terminará decidiéndose por su estilo de siempre. Te darás cuenta que lo único que necesitaba era tu compañía, saber que estabas ahí para dar aprobación o retroalimentar su selección. Porque lo peor que puede pasarle a un confundido es quedarse solo. Sentirá un abismo a su lado si no encuentra a quien preguntar: ¿Voy bien? El rostro cercano de un amigo lo hará sentir mucho mejor.
Tal vez porque el confundido siempre es un indeciso, esa persona a quien le interesa buscar la verdad y por tanto se demora más que los otros. El confundido es alguien que busca información y sobre ella piensa; tanto, que puede provocar exasperación en los demás. Hay que saberlo: si no piensas no tienes la posibilidad de confundirte, aunque sea una vez en la vida.
Ante la impaciencia por el tema de hoy propongo que nos preguntemos: ¿Es que yo nunca me he confundido? ¿Jamás he cruzado una calle convencida(o) de que estoy en la dirección correcta y al atravesarla me he dado cuenta que la que busco quedó en la cuadra anterior?
Quién no haya pasado por una experiencia de confusión, que lance la primera piedra. Será condecorado(a) con la orden del Mirlo blanco, que si bien es bastante intachable, resulta totalmente obsoleta.
La confusión es un efecto de la comunicación que casi siempre ocurre cuando el emisor envía un mensaje que no está cifrado en el mismo código del receptor a quien desea llegar.

Y esto ¿qué quiere decir?

En primer lugar significa que el mensaje del emisor no llena las expectativas de su receptor, carece de detalles (tal vez considerados como accesorios) que son trascendentes para aquel que está de momento en la posición pasiva del esquema comunicativo, pero que al retroalimentar el mensaje recibido se colocará en el lugar de la acción.
La cadena del diálogo puede repetirse hasta el infinito, una y otra vez, para hacer del acto comunicativo una secuencia de claridades, entendimiento, comprensión, o sumergirlo en un mar de confusiones. Porque faltan datos, nada más. Y la ausencia de datos, cuando se trata de un contenido informativo, lleva directamente a la manipulación del mensaje. El emisor afirma una verdad a partir de unas pocas referencias seleccionadas acerca del hecho y sustrae las demás a fin de no afectar la eficacia de su verdad, la que está construyendo. La afectación ocurre de todas maneras, porque el receptor posee otras fuentes de información, aunque sean las “no oficiales” y la confrontación con ellas, aun con las menos confiables, produce efectos demoledores, justamente porque cuando ese receptor se da cuenta que le están escamoteando los pormenores que necesita para establecer su juicio u opinión, coloca en el juego un nuevo ingrediente: la emoción. Factor que lo hace sentirse engañado, manipulado, y por tanto inicia un proceso de desconfianza y rechazo a todo lo que proviene de la fuente en la que antes creyó. Esa mezcla de información limitada o escamoteada, con la obtenida por fuentes diversas, más el estado emocional crítico, desencadena el efecto del que hemos estado hablando hoy: la confusión.
Y no es que defienda a los confundidos. Es que me los explico. Sobre todo porque se trata de un estado casi siempre transitorio ―el confundido inteligente, precisamente porque es el que piensa, a menudo pasa rápidamente a un plano de certeza, superior al que tenía antes― y en especial porque la confusión no es más que el producto directo de la negación de información, de la intolerancia y finalmente de ese concepto odioso que me veo obligada a señalar otra vez: la censura.
La verdad es que no sé si he sido lo suficientemente clara o los confundí más hoy. En todo caso, este tema se eslabona con el siguiente, en el que quiero hablar de las preguntas olvidadas: qué, quién, cuándo, dónde, cómo y por qué.
Ahí los espero.

7 comentarios:

  1. Mi querida amiga... la banca, tu banca, nos une, por lo menos siento que estoy cerca de ti... Leo siempre con mucho placer tu blog.
    Te mando un abrazo cariñoso.

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  2. ME APUNTO A LA CONFUSION DE LAS CONFUSIONES. ME APUNTO A ESTAR DE LOS DOS LADOS DE LA BANCA CON REJAS. ME APUNTO A POSIBILIDAD DE CONFUNDIRME Y ENCONTRAR EL CAMINO POR MI MISMA. ESTUPENDO. Y PARAFRASEANDO A CHAPLIN, YA SABES QUE LO ADORO: NO QUIERO RENUNCIAR A LA LIBERTAD DE CONFUNDIRME. BESOS

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  3. Leí con interés tu aventura en Masca...me encantó y el escrito sobre ¿cómo llamarlo?...desconcierto???
    Espero podamos platicarlo...por lo pronto te diré que no quiero dejar de admirar al pueblo y al gobierno cubano por su admirable entereza ante el agobio al que lo tiene sometido el gobierno yanqui...sin dejar de reconocer también algunas incongruencias que hay que señalar !!
    Saludos

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  4. Woaw, que bonita bienvenida ¡!!
    Gracias, sin embargo, el placer de leerte, es todo mío ¡Qué bellísima pluma tienes ¡

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  5. Buen paso, entonces, la confusión, porque nos llevará a los terrenos en que al menos trataremos de esclarecernos y el resultado será, como dice, un escalón superior en la información que tal vez nos conduzca a nuevas confusiones y eso será bueno. La cosa es no quedarse quieto y confundido.

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  6. He analizado bien lo de las confusiones: emisor-receptor.
    Y es cierto, al escribir la última línea, el poema ya no nos pertenece.
    El pobre "Juan".
    ___________________________________
    Yo también admiro al gobierno cubano, por su entereza para estar 51 años prometiendo la multiplicación de los panes y los peces, sólo prometiéndolo porque el imperialismo canalla con su Bloqueo lo ha impedido, aun secó los campos de yuca.
    Agradecido.
    Félix Luis Viera

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  7. Me he dado cuenta en este tiempo que el socialismo no es tan malo, los malos son los seres humanos que con sus virtudes y defectos pueden echar a perder cualquier sistema por muy avanzado o próspero que sea...indudablemente que el poder hace mella en los seres que lo ostentan, los transforma y esas mismas cualidades o ideas que en su día propiciaron un avance al cabo del tiempo provocan estancamiento, deformación, y al final un círculo vicioso que genera atraso, inconformidad y todas las lacras asociadas a un régimen decadente y poco o nada dinámico...

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