domingo, 12 de diciembre de 2010

Escuchar

Los comunicadores –y muchos que no lo son-- sabemos que el acto comunicativo sólo se completa con la retroalimentación. Es decir, cuando el receptor comenta el mensaje y lo devuelve a su emisor, para iniciar así lo que en lo adelante se conocerá como diálogo. Cuando esto no ocurre, el acto queda inconcluso, mutilado, y si ello se repite hasta volverse recurrencia e incluso método de trabajo estamos ante lo que los teóricos designan como un modelo autoritario de gestión directiva. Aplicado a la organización gerencial, ello da lugar a un estilo presidido por la comunicación vertical descendente con escasa y hasta nula retroalimentación de abajo hacia arriba, lo cual puede provocar una grieta que llegue a quebrantar, y hasta fragmentar, la comunicación entre los mandos superiores, que actúan por su cuenta, y los inferiores, que van por la suya. Suele suceder que la comunicación horizontal en los mandos intermedios fluye de manera sana y eficiente, con lo cual los objetivos esenciales de la organización se seguirán alcanzando, al menos en un grado básico de sobrevivencia, pese al clima creado por la actitud de los directivos. En estos casos la comunicación estará marcada por lo informal en su mejor sentido, y como añadido, proliferarán todo tipo de rumores y malediscencias, los peores males en una organización.

Cuando lo que acabo de describir ocurre en un país, la explicación es más escueta: Se trata de una tiranía.

En el fondo lo que sucede es que existe una incapacidad para escuchar. La mayoría la señala como arrogancia, abusos de poder y otros muchos etcéteras.

Yo creo que esencialmente se trata de un acto de cobardía.

Es el miedo a escuchar lo que no quieres oír lo que te hace tapiar los canales de comunicación con los demás, sobre quienes a menudo recaen las consecuencias de tus actos. Si los escuchas, tal vez tengas que parar de hacer lo que tanto te gusta hacer: dominar, controlar. O por lo menos te tendrás que enfrentar a lo que más le temes: la verdad. Si no lo haces, te pondrás en evidencia como el tirano que eres y quizás te alcance la certeza de que ya no le caes tan bien a los otros, de que cada día pierdes más popularidad. Pero ya subido en la burra, esto no te importará tanto como para bajarte de ella.
Un padre puede ignorar absolutamente quienes son sus hijos, un gobernante se puede alejar de su pueblo. Ambos quedan aislados, hablan solos y son el hazmerreir de los suyos. El arrepentimiento a fechas tardías suele ser tan inverosímil como las afirmaciones que ya no tuvieron credibilidad entre los escuchas: un discurso más, patético y senil. Los receptores dicen: por qué no se quedó callado. Y la amarga respuesta está en lo que no quisiste escuchar cuando aún era tiempo, en lo que todavía no quieres escuchar. El merecido castigo lo recibes en el hecho de que ahora somos nosotros quienes no queremos escucharte. Estamos cansados. Simplemente ya no nos importas.
A final de la vida te darás cuenta, de cuánta popularidad has perdido entre los tuyos, cuantas cosas que te habría convenido saber las ignoras, a causa de esa incapacidad tuya para escuchar que ha provocado incluso el alejamiento, hasta la ruptura, con quienes fueron cercanos, quienes deciden no someterse a tus deseos y pasan a actuar por su cuenta.
Es el costo ineludible, que siempre se pagará, por el desprecio a la opinión de los demás. Ya comenzaste a abonarlo.

2 comentarios:

  1. Me parece un buen análisis de lo que es el ejercicio y abuso de poder. Si un pueblo no ejercita su libertad de expresión no puede avanzar porque solo impera una voz, la oficial.

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  2. Hay quienes creen que la libertad de expresión se manifiesta en las quejas callejeras de la población. Yo me pregunto: ¿Y dónde se pueden expresar esas ideas?, ¿en qué periódico?, ¿a través de cuál partido político? Esa gente o es muy ignorante o es muy cínica. Es el control de los medios lo que les permite hacer y deshacer a su antojo. Y esa unicidad de opinión es lo que ha provocado la falta de credibilidad en el discurso oficial, el cansancio de la gente frente a tanta manipulación, tanta mentira.

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