lunes, 23 de julio de 2012

Protagonismo del lenguaje (II)


Un recurso del lenguaje totalitario es la comparación… manipulada.

Es sabido que uno de los métodos más eficaces para el análisis teórico es la  comparación. Sus resultados ya fueron registrados por los italianos Giovanni Sartori, Leonardo Morino y los autores compilados por ambos en La comparación en las ciencias sociales [Alianza editorial 1999]. No obstante, todo sirve para todo; en consecuencia, esta técnica puede ser usada a favor o en contra de diversas causas. Los líderes de intención autoritaria, por ejemplo, adulteran el ejercicio de comparar cuando exhiben los males ajenos frente a los bienes propios, o cuando esconden los males propios mientras ocultan los bienes ajenos. En esta práctica no hay tal comparación, desde luego, pero sí un trabalenguas que involucra al discurso en el cual los receptores quedan aturdidos para retardar, y si es posible evitar, su capacidad de discurrir.
La exaltación de los tonos da contexto a este tipo de ejercicio --típico de la manipulación--, que con frecuencia pasa al lenguaje escrito. El profesor y teórico del periodismo Emil Dovifat (1890-1969) se valió del término “periodismo totalitario” para definirlo como una práctica inescrupulosa que inserta la valoración política en el cuerpo de la noticia, y sin el mayor reparo utiliza recursos tan poco éticos como la ambigüedad, la difamación y la descontextualización, a fin de provocar reacciones que por su carga emocional, ofusquen al receptor y le impidan analizar los hechos con claridad.
Como muchos saben, Benito Mussolini ejerció el periodismo y, en una carrera algo vertiginosa que aprovechó muy bien las coyunturas, llegó a ser director del periódico Avanti, editado en Milán como órgano oficial del Partido Socialista italiano, en el que entonces militaba. Quiero tomarlo como ejemplo porque su práctica ilustra un fenómeno que no ha desaparecido y gracias al cual el lenguaje escrito pierde autonomía, la imagen y el símil se alinean con el sentido  autoritario del texto, y éste gana oralidad o, lo que es lo mismo: el autor escribe como habla. He aquí a Mussolini:

No vale la pena vivir como hombres y como partido y sobre todo no valdría la pena llamarse fascistas, si no se supiese que se está en medio de la tormenta. Cualquiera es capaz de navegar en mar de bonanza, cuando los vientos inflan las velas, cuando no hay olas ni ciclones. Lo bello, lo grande, y quisiera decir lo heroico, es navegar cuando la tempestad arrecia. Un filósofo alemán decía: vive peligrosamente. Yo quisiera que esta fuera la palabra de orden del joven fascismo italiano: vivir peligrosamente. Esto significa estar pronto a todo, a cualquier sacrificio, a cualquier peligro, a cualquier acción, cuando se trata de defender la patria y el fascismo.

¿Escrito? ¿Verbal? Probablemente se dan aquí las dos versiones. Da lo mismo. El estilo se usa para imponer la ideología y ese “yo quisiera” es una expresión del “superyo” que convierte la petición en una orden que, de no cumplirse, deja poco margen a la existencia en esa sociedad. La historia se encargó de probarlo.
Hoy vivimos en un mundo donde cada vez más se impone el régimen laboral del free lanze, en el cual el desarrollo de los medios de comunicación vulnera no sólo el papel tradicional de los medios impresos, radiofónicos y televisivos, sino que descoloca hasta el cuestionamiento la figura del reportero, que permaneció intocada a lo largo del todo el siglo XX. Cualquier mañana, un ciudadano común, “listillo” dirían en España, da una noticia desde la ventana de su casa si tiene a la mano un móvil habilitado con cámara, que es lo más seguro, y corre a subir la imagen con algo de texto en su twiter. En esa hora poco importa la sintaxis y mucho menos la ortografía. La noticia entra directamente y a como de lugar en los respectivos  equipos de los receptores, pero uno de los recintos adonde llega aún se llama Redacción. En esta circunstancia la herramienta actual del periodista es más que nunca, el lenguaje. Todos colaboramos en varios medios y ya no hay manera de pelear el titular de primera plana. Las contadas ocasiones en que éste se gana, casi siempre responden a la casualidad, como sucedió a los conductores de noticieros que estaban al aire mientras se desplomaban las torres gemelas, o a los que han tenido que cerrar el micrófono para protegerse de un terremoto. Fuera de esas irrupciones, de lo que se trata día a día es de ampliar las fuentes a fin de obtener algo más que lo que ya todo el mundo sabe: contextualizar unas veces, comparar otras….y usar el lenguaje lo mejor posible. Este uso es el que da idea de objetividad, de contención emocional, lo cual confiere credibilidad a lo que se cuenta. La contención, como se sabe, es una cualidad de la poesía, que no viene mal al periodismo. Cuando esto sucede la prisa del reportero adquiere un compás de espera y se transforma ante todo, en respeto a lo que opina el receptor. Cuando ocurre lo contrario estamos ante una expresión totalitaria en el lenguaje, que se insiste en continuar llamando periodismo cuando no es más que una manifestación de censura. Y la censura no es periodismo, es coacción de la retroalimentación a la noticia, o sea de la opinión.Salta en mi memoria un pasaje del ejercicio en Cuba en los años en que Richard Nixon era presidente de los Estados Unidos. He olvidado el incidente internacional que provocó que a partir de ese momento y de la declaración pertinente, comenzara a aparecer en la prensa oficial, o sea en toda la prensa, la X del apellido presidencial con unas adiciones, que la convertían en swástica. En tiempos del linotipo y la caja, los más afectados fueron aquellos artesanos que se las vieron negras para añadir, quien sabe con qué menuda pinza, a todas las X de sus familias de letras los delgados rasgos que completarían la identificación nazi. Al margen del rechazo que provocaba el mandatario estadounidense, la visión de aquella X distorsionada nos dio mucha risa.
Pocos años antes, a partir de los setenta, la palabra derrota había sido suprimida del lenguaje oficial (que incluye a la prensa, desde luego) para ser sustituida por la levísima revés y en un verdadero malabarismo del lenguaje proveniente del discurso verbal, lo que se convertía en victoria (fuerte vocablo) no era la derrota (también sólido) sino el delicado revés. O sea, el león vencía siempre al mono amarrao. Fue una pelea entre dos palabras, una de ellas con desventaja, que se dio en el “ring” de las cuartillas, emborronadas de tachaduras pues los redactores tuvieron que sustituir junto al término, la costumbre de usarlo. Frente a la indefensión del revés el triunfo arrollador de la victoria se representaba como el combate del grandulón con el flacucho del barrio. Aunque visto a lo lejos, ganar esa puja también aparece como una débil victoria.   
Estas son sólo anécdotas risibles en la distancia, pero si revisamos algo de lo que dicen los teóricos del periodismo sobre el tema, tal vez nos demos cuenta cómo tales expresiones se conservan aún entre algunos de nosotros, sin que a menudo nos percatemos.
Hoy son pocas las naciones donde el periodismo totalitario es común denominador de las publicaciones, pero la huella de su lenguaje, quizá aprendido en esos centros, sigue presente en profesionales que pueblan las redacciones de diversos países. Es difícil olvidar la escuela donde se cultivan las primeras letras. En virtud de ello, aún podemos observar en la prensa lo que el español José Luís Martínez Albertos llama “residuos históricos que todavía perviven en ciertos campos del periodismo, tics estilísticos heredados de situaciones políticas recientes…”   
El mismo autor los define como: “…ejemplos viciosos o abusos del estilo editorialista en el lenguaje periodístico [donde] se pretende coaccionar la respuesta del lector a los mensajes que se proponen como tesis. No se respeta el derecho que tiene el ciudadano a emitir su respuesta ante los mensajes, o contenidos simbólicos, de forma racional y autónoma. La importancia política de esta falta de respeto radica en el hecho de que estas respuestas son las que originan las actitudes colectivas que están en la base de los procesos de opinión pública. [Martínez Albertos. Curso general de Redacción Periodística.2004].
A veces pienso, al observar los comportamientos del lenguaje y la censura en el periodismo de tinte totalitario, que algunos gobernantes, elegidos o no en las urnas, sacan a relucir en el ejercicio del poder sus frustraciones más recónditas, las que yacen en la más remota infancia. Unos deciden jugar a los soldaditos --tal vez porque les fue prohibido--; otros, van tras la meta de ganar siempre, en cualquier circunstancia, con lo cual suprimen el diálogo, dejan de escuchar y no permiten la expresión ajena. Hay varios más que, aunque a menor escala, califican como contrincantes en el retozo del poder. Los demás quedamos en el tablero de juego, con frecuencia sumados a uno u otro bando, sujetos a decisiones que a menudo quienes las toman no las sufren. Porque en ese ajedrez, el jefe siempre se mueve con las piezas blancas. O sea, primero. 

5 comentarios:

  1. Yo creo que el uso en el Granma de Ni卐on fue a partir de una viñeta de Nuez publicada en ese diario, si mal no recuerdo.
    Hace unos años, en una universidad católica de Connecticut, me tocó una presentación sobre el tema ‘lenguaje y manipulación’. Me referí precisamente al ejemplo de Ni卐on, escrito con esvástica. El profe-cura me interrumpió educadamente para hacer una observación. A él le parecía muy bien llamarle fascista a Nixon. Yo, hablando para la clase igual que él, repuse que Nixon podía ser acusado de todo menos de nazi o fascista. Y recordé que había sido teniente durante la Segunda Guera Mundial. Continué con algunos ejemplos sobre la obsesiva propaganda política del castrismo, tanto en el lenguaje verbal como el gráfico. Y el cura progre volvió a meter su cuchareta. "Bueno, en el capitalismo sucede igual con los anuncios comerciales", me dijo poco más o menos. La diferencia estriba –me defendí yo—en que en el capitalismo se anuncian diferentes marcas de un mismo producto, mientras que en el comunismo solo hay un mensaje, un solo partido, una sola voz, una sola línea y un solo líder. En último caso, cuando ponen los anuncios puedes cambiar de canal o aprovechar para hacer pis, como hago yo. No me dio mala nota.
    Gracias, Minerva, por hacerme recordar esta anécdota y por señalar los latiguillos del discurso totalitario. Estando en Cuba juré no emplear el verbo ‘plantear’ durante diez años por lo menos. Ya pasó ese plazo, pero sigo sin usar el verbo ñángara por excelencia. Qué manera la de plantear guanajadas la de esa gente.

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  2. Pablo García Aguilera27 de julio de 2012, 14:18

    Hola Minerva. ¿Será Rabelo tu segundo apellido? Si fuera así entonces te conozco desde hace muchos años, de cuando alfabetizabas en el Cuartón La Prieta, en Baracoa. Creo que vivías en la calle Céspedes 265, en Regla. Mi correo es el siguiente: Pablo.aguilera@yahoo.com Seas o no seas ella, me han encantado tus comentarios. Eres muy profesional y talentosa. Saludos cordiales.

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  3. Fabuloso Articulo Minerva, creo el asunto a te refieres fue el bombardeo de Cambodia creo en 1973. Es algo interesante que se ve en todoas las facetas del mundo donde se oprime a la gente. A veces yo leo a mucha gente escribiendo la palabra compañero en el facebook y pienso si algun dia podran ajustarse a un lenguage que no provenga de una ideologia Hace un tiempo yo venia pensando en esto no como el lenguaje de los poderosos usado como una herramienta social de control sino en el lenguaje de las personas ordinarias que adoptan este como suyo propio con el objetivo de pertenecer al grupo en control. Una cuota de unas oraciones que escribi: " La forma unica de redempcion en el panteon social y moral Cubano era morir siguiendo las causas de Fidel Castro. Los heroes revolucionarios muertos, nos informan, son y han sido mejores que los hombres y mujeres aun vivos. Los vivos sin clavijas sociales, con patrones de conducta inimitables cambiaron el lenguage y con el las connotaciones. Chivatear se convirtio en honestidad, patrotismo se convirtio en servilismo, el aborto se convirtio en modelo de planeamiento familiar y el machete en objeto mediador...

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  4. Interesante reflexion de Minerva acerca de como el lenguaje, que aparentemente es, o deberia de ser imparcial, tiene aristas, recobecos, que manipulados deshonestamente pueden influenciar en el mensaje final.
    Recuerdo en especial, el hipocrita "plural de modestia" que tanto padecimos en nuestra Cuba. El Orador en Jefe jamas asumia su responsabilidad de criterios, y no decia nunca "Yo creo", preferia decir "Nosotros creemos".
    De esa manera "El" nunca se equivocaba, no....nos equivocabamos todos nosotros....

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  5. • Escribo mi segundo comentario, ya que el primero lo mande hace 6 horas y parece que se perdio en el ciberespacio.
    Minerva toca el tema de la manipulacion del lenguaje. Muy interesante, y me recuerda en especial el uso paternalista, falso e hipocrita que hacia nuestro Maximo Lider del llamado "plural de modestia".
    Aquello del "Nosotros" en vez del "Yo", el "Vamos" en vez del "Voy" y asi por el estilo.
    De esa manera, como que se apoderaba de nuestros criterios y entonces daba la impresion de que "Todos" pensabamos como "El". La vida ha demostrado que no era asi, y que el uso del lenguage tiene matices, y a veces....dobles intenciones.
    Ivan Canas

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