lunes, 15 de octubre de 2012

Censura (2)

         Lo local y lo global en el escenario de internet

Los escenarios de trabajo de un periodista se abren en dos vías: 1. El espacio donde se origina la información: las fuentes. 2. Los medios por donde ella transita hacia los receptores. De las fuentes de información a las que acudió Kapuscinski y de cómo lo hizo, el mismo autor fue bastante exhaustivo y en este texto nos hemos referido a ello. Prefiero entonces aprovechar este segmento para abordar de manera casi sinóptica el escenario de internet, tal como lo vio con óptica actual el propio periodista.

Coincido con Kapuscinski y los autores que ven al escenario mediático de hoy en plena construcción, lo que implica desde luego una transformación a la vera del medio cibernético, cuya relevancia e influjo sobre los demás crece, no sólo para los profesionales de la información y sus receptores sino para todos. Los educadores, por ejemplo, habituados al único y proverbial escenario del aula, ahora tienen que colocar también sus bártulos en el ciberespacio, a fin de impartir el conocimiento en las múltiples plataformas que allí se crean. Virtual o no, lo cierto es que el escenario trasmuta cada día, se recrea, crece o disminuye de acuerdo con los propósitos del emisor al enviar sus mensajes. Y es justamente eso lo que impide soslayarlo, pues hoy por hoy cuando se habla del tránsito de la información, resulta imposible no tomarlo en cuenta.  
 
En su aspecto más positivo hay que aceptar que nunca como ahora se había adecuado tanto el medio a los objetivos de tantos emisores y jamás lo había hecho de manera tan vertiginosa. Esta ductilidad convierte al medio, al escenario, en una herramienta de eficacia inusual para enfrentar la manipulación, la monopolización de la opinión, finalmente la censura. Justamente porque internet es inasible y los cortapisas no alcanzan para limitar la multiplicidad de los mensajes que transitan por el ciberespacio. Los censores se enfrentan entonces a un emisor sin rostro definido, cuya diversidad es imposible de controlar y cuyas posibilidades rebasan el término de lo inaudito. Se trata de un barril lleno de agua con numerosos hoyos: los censores y los manipuladores tapan unos, que de inmediato son sustituidos por otros. Y ello convierte a la guerra contra internet en una guerra sin fin, pues el adversario, opinador y distribuidor de la información, está en todas partes y al mismo tiempo en ninguna. ¿Ezquizofrenia?. Tal vez.. Yo lo llamaria el mayor ―y por supuesto, el más riesgoso― escenario de libertad que han construido los humanos para comunicar lo que piensan y sienten respecto a los fenómenos que les rodean.

Kapuscinski supo esto, alcanzó a apreciar este medio, lo usó, lo criticó y lo valoró. E incluso pronosticó lo que podría suceder a futuro. Un periodista que ejerció la profesión de manera tan presencial como él lo hizo, tuvo la posibilidad de comparar escenarios y la capacidad para reflexionar sobre este nuevo espacio que se abría al futuro, para trasmitir las noticias. Justamente porque el más reciente medio masivo de comunicación se vinculaba con aquel mensaje de alerta que él había lanzado en Lapidarium, en 1997: Si de entre las muchas verdades eliges una sola y la persigues ciegamente, ella se convertirá en falsedad, y tú, en un fanático. (12). Al menos internet ofrecía la oportunidad de exhibir muchas verdades, en todos sus matices. La elección siempre continuará a cargo del receptor.

Él había sido un constructor de contextos físicos, gracias a cuya estrategia logró evadir a sus censores, lo cual ha trascendido como uno de sus grandes méritos, pese al criterio de sus detractores que lo han llegado a calificar de oportunista. Pienso, no obstante, que la construcción de ese equilibrio difícil, es más virtud que defecto porque en todo caso ella obedeció a una vocación a la que otros han tenido que renunciar: ejercer dentro de su país.
 
Para Kapuscinski el único terreno de lucha posible, su exclusiva fuente de información, estaba del lado de las víctimas, con un punto de vista que partía de sus voces y un enfoque desde la izquierda. El éxito de esa estrategia colocó a este periodista mucho más a la izquierda que los censores que regían la Polonia de su época, con lo cual quiero decir con toda claridad: continuó estando mucho más que ellos del lado de las causas trascendentales del mundo: la abolición de la pobreza, la injusticia y la desigualdad; el respeto a la opinión de los demás y a sus derechos sociales e individuales; entre otros.
 
Hay un fragmento que a mi modo de ver ofrece las claves del ejercicio de Ryszard Kapuscinski. En lo que aquí afirma se originan técnica, herramientas, procedimiento, misión y escenarios profesionales. Lo que aquí dice puede explicarnos buena parte de su trayectoria y de su interpretación de la realidad al amparo de los tiempos que vivió. Podría no coincidirse con él en los términos absolutos en que a veces hizo sus afirmaciones, pero lo que no podemos es dejar de tomarlo como referencia:

Como periodistas, la tensión entre lo local y lo global nos toca particularmente. Para aquellos que trabajan en el centro del mundo, todo lo que allí sucede tiene automáticamente valor central por sí mismo. Pero para los que trabajamos en la gran periferia es muy importante entender que debemos buscar lo universal en cualquier tema, aquello que revela el mundo entero en una gota de agua. Porque una gota de agua contiene al mundo, pero hay que saber encontrar el mundo en una gota de agua.
Cada vez que nos proponemos escribir acerca de un tema, debemos preguntarnos qué tiene de universal: cuál metáfora, símbolo o signo que nos permita pasar de lo pequeño a lo grande. Debemos hacer una reflexión porque sólo si encontramos este vínculo, este pasaje entre lo local y lo universal, nuestro texto tendrá peso y valor. Sólo así el lector descubrirá en nuestro texto, junto a la historia concreta, un mensaje universal, una pista que le ayude a descifrar las leyes del mundo.
¿Por qué algunos textos pueden vivir cien años y otros textos mueren al dia siguiente de su publicación? Por una diferencia capital: los textos que viven cien años son aquellos en los que el autor mostró, a través de un pequeño detalle, la dimensión universal, cuya grandeza dura. Los textos que carecen de este vínculo desaparecen.
Conviene tener presente este requisito de universalidad también a la hora de recoger el material, mientras investigamos nuestros temas. Es una cuestión de talento, de intuición, pero también de amplitud de conciencia, de sabiduría. Y, sobre todo, se trata del secreto para que unos textos duren y otros se pierdan en el olvido. [13).
 
 

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