Mika cuenta una anécdota de amor y desprendimiento y al hacerlo
consigue su síntesis en once minutos, suficientes para completar la historia. Pero
de lo que en verdad está hablando es de la identidad del creador, de la
ingravidez del camino, de su soledad, de su desolación. Los demás, vivimos los
hechos de la vida cotidiana sólo en el sufrimiento y luego quedan en la
experiencia; un artista, los deposita en sus fuentes creativas y desde ellas
pasan a ser nutrientes de su arte.
Mika se coloca en la pantalla, él mismo, para que no haya
confusiones: soy yo, nos dice, hablo de mi silencio, de mi soledad en esa
ciudad en la que soy migrante, como los míos ancestrales, pero lejos de ellos.
No hay remedio: el joven pedalea en pos de la compañía que da el amor, pero
está marcado por el sello que se incrusta en la piel de todo creador: está
solo.
Por dolorosa que resulte esta visión para quienes lo
queremos, lo importante es que este joven, ya lo sabe: el creador está siempre
solo. En algún recóndito lugar de sus entrañas, lo está y resulta en Mika un entendimiento
temprano del peso que habrá de cargar de por vida.
En ese peso, en esas fuentes, se originó este poema filmado
al que titula en francés Vague á l´ame,
en el que el mar es la metáfora principal, ese actor secundario imprescindible
al curso de la historia, un acompañante que sabe como romper en los “mediostono”
que le ofrece la sombra del color, para elevar la fuerza del drama. La espuma no
es más que un quejido contra las rocas y su lamento funciona como palabra en el
poema visual. El director, su figura de hombre se acaba de dibujar, única, en
el horizonte de la cima, y esa imagen de abandono queda como evidencia máxima de
cuán solos estamos los humanos en el planeta que hemos construido.
Me quedo con el sabor de la nostalgia, dulce a ratos, lleno de
dilemas acerca del proceso de la creación y de los enigmas a descifrar por quienes
se adentran en sus caminos.
Pero ante todo, me quedo con la certeza de estar frente a
un joven artista de gran sensibilidad, inmune a lo comercial, que sabe lo que
quiere y prefiere los caminos difíciles, poblados de incomprensión, en el afán
de lograr un lenguaje propio, que es el sentido último de todo creador y finalmente
lo que lo hace trascender.
Mika Zimerman es una rara joya en su generación y me honro
de su amistad porque su presencia en mi vida, me devuelve la confianza en que
no todo está perdido.
Lo vi., es genial, pero cerré la página y ahora ando como loca buscando el link para que lo cuelgues Con esas palabras obligas a verlo. Me encantó, sobre todo la presencia del mar, imagínate que a mi me ha dado por eso ahora y estoy metida en un proyecto grande, de documental. Un abrazo.
ResponderEliminarMine querida muy emotivo y me cae súper bien leerlo hoy, no he visto el documental lo buscaré, y es como la vida misma, habrá quienes eligen el camino sencillo para el amor, el trabajo, la vida pero hay otros seres guerreros que se cuestionan si en lugar de caminar derechito es mejor detenerse un rato y abrir otras puertas, y en ello también está el ser creador, y eso me lo quedo siempre, para mis búsquedas también.
ResponderEliminarUn abrazo con mucho cariño y gracias.
Unas conmovedoras palabras de una poeta a un joven artista en devenir que sembrará una semilla esencial, para que Mika siga defiendo el Arte. Dejo aquí el lazo, para que el va y ven de esas olas se mezclen con tus palabras en un florilegio artístico móvil:
ResponderEliminarhttps://vimeo.com/44673207
password:vague
Hola Minerva,
ResponderEliminarAcabo de leer el articulo que hiciste sobre Vague à l'âme. Me conmovió mucho Minerva.
Siento que tu entendimiento del cortometraje es superior al mío. Pero al reconocer en tus palabras un paralelo con las imagenes del corto, no hay de otra que no sentirse solo.
También es la primera vez que alguien se refiere a mí como un artista, es muy conmovedor!
Muchas Gracias Minerva,
Nos vemos pronto.