En 1987, durante una entrevista con el periodista norteamericano Bill Buford, Kapuscinki declaró: “Mis esfuerzos van dirigidos hacia una “ensayización” del reportaje. La mera descripción no basta en los tiempos que corren, nos ha sido arrebatada por la cámara.” (25).
Pese al
énfasis que puso en este dicho, el reportero continuó describiendo atmósferas y
personajes con la misma agudeza que trasmite el fragmento citado de “Sin techo
en Harlem”. Podríamos inferir entonces que ese afán por el ensayo se depositó
en las descripciones, cuyos detalles no precisaron de comentario alguno. Me
permito un ejemplo del Kapuscinski verbal:
Una vez, cuando estaba en pleno desierto...
las dunas danzaban. Nuestro jeep se tuvo que detener porque había una barrera.
Una caseta albergaba a un soldado. Este nos apuntó con un arma. Le enseñé que
tenía el visado para pasar la frontera... Inmediatamente me calló.
--Eso es imposible-- dijo.
--¿Por qué?-- le pregunté.
Desde el
propio surgimiento de la prensa, la misión del periodista es buscar en las
fuentes originales el contenido de sus textos, de ahí su proverbial rechazo a
los intermediarios. La prensa surge por una necesidad de información sobre los
acontecimientos. Con el paso de los siglos y el desarrollo tecnológico esta
necesidad se fue extendiendo de las minorías a las mayorías, que cada vez se
interesaban más en saber acerca de las guerras, los negocios, las coyunturas en
el ejercicio del poder político, religioso, económico. Las circunstancias no han cambiado mucho en siglos, pero sí se han
ampliado y en ello se define la misión del periodista hacia sus receptores:
informar, e informar lo más cercano a la verdad que a este profesional le sea
posible.
En la
modernidad, la escritura forma parte de ese compromiso, pues la elaboración de
los mensajes exige hoy mayores requerimientos; luego, se tendrá que defender su
difusión. Tan sencillo como que no hay más que eso. Tan complejo, como que el
fin continúa siendo el mismo desde el principio de los tiempos. Sólo se añade
el forcejeo cada vez más cerrado entre el poder y los profesionales que
pretenden cumplir con su misión; el primero se vale de todos los medios a su
alcance, que son muchos y variados. Los segundos sólo disponen de su
insistencia en ejercer la profesión.
A unos y
otros conviene recordarles este legado del maestro Kapuscinski: Cuando el reportero se ve privado de la
posibilidad de conseguir información por su cuenta y riesgo, el periodismo deja
de ser periodismo, y se convierte, a veces, en propaganda.
[1] Ryszard Kapuscinski contó este incidente durante el último taller de
periodismo que impartió, en abril del 2004.
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