lunes, 21 de enero de 2013

Campeche


Campeche es un sitio de excepción. Uno de esos lugares donde conviven en armonía la tradición y la actualidad, en el cual los forasteros son bienvenidos, bien tratados, al tiempo que su paso no vulnera el curso de los días urbanos. A unos pocos kilómetros de la ciudad fortificada frente a los ataques piratas de  los siglos coloniales, perviven impresionantes sitios arqueológicos y cenotes que fueron sagrados para la cultura maya.
Porque hay que decir que la presencia de los genes mayas sigue en las calles de Campeche. En la talla de esta gente pequeña que se alberga en casas de bajo puntal, adecuadas a la estatura de sus habitantes, se alberga una suerte de generosidad proverbial, no aprendida de comportamientos ficticios, que habla del pueblo que fueron, desprovisto de rencores, orgulloso de su estirpe y apoyado en ella para mirar hacia delante, al tiempo que guarda sus tradiciones con un celo que se hace evidente en la limpieza de las calles, el cuidado de los edificios y el ornamento de su cocina, integrada por piezas gastronómicas que exhiben no sólo el sabor, sino el color y el diseño con que se sirven. Los campechanos cuidan la presentación y en este concepto, el verde de la hoja de chaya se ostenta en las aguas y en las cremas, en las ensaladas y en algún postre que sabe a dulce cuando apenas contiene azúcar. Los huevos motuleños de apetitosas capas cobran la apariencia de una novedosa lasaña, al tiempo que exhiben los variados matices del amarillo mostaza; lo mismo podría decirse de un plato servido con panuchos o un pescado a la zarandeada, comunes en la zona.  
La calle 59 une ambas entradas de la muralla: la puerta de Mar y la puerta de Tierra. Atravesarla es asistir a una muestra muy cuidada del Campeche colonial y emprender la ruta que, aunque corta, transporta a esa época en la que todos los caminos se andaban. En las tardes, las señoras aún sacan sus sillones a la banqueta, para ver el tránsito de los paseantes bajo el vasallaje del calor. Eso sí, hay calor, en cualquier época hay calor. Y se busca el malecón para encontrar la brisa y sorprenderse siempre con el estallido de los atardeceres, los más brillantes que he visto en las cercanías del Caribe. 

Fiel al chocolate



La calle 59
En ese recorrido por la calle 59, justo a la mitad del camino entre una puerta y otra, el público agolpado en la entrada delata la presencia de un establecimiento que honra al chocolate. De momento parecería un lugar como otros: bien puesto, bien atendido; pero no, apenas entrar se percibe algo más, un elemento adicional puebla las mesas, algo muy espiritual se revela en el aroma invasor del cacao, que atrae a los parroquianos, casi en tumulto. Aquí hay un culto al chocolate. Y es lo que hace que el lugar funcione como un sitio de particular credo, en cuya atmósfera la plática fluye, se solucionan conflictos, aparecen nuevos amigos, bajo el flujo de una comunicación que se retroalimenta en los efluvios del chocolate. No hay más. Es un lugar sencillo cuyo buen gusto ambiental pasaría inadvertido si no fuera por este elemento adicional, que conduce a la percepción inconsciente. Sólo al regreso a la calle, cae la certeza de que salimos de un recinto especial, diferente, una suerte de templo en cuyo interior se recupera esa parte sensorial que tiene que ver con los sabores y los olores y contribuye a ver la realidad de un modo más placentero.
Son las virtudes que se cultivan en Chocol Ha, de la mano de Atziri González, su propietaria, una mujer creativa, que se entiende con el cacao y cada día vuelve a él para extraer nuevas recetas y cultivar las tradicionales. Hay dedicación en lo que hace, pero sobre todo hay un concepto clarísimo de lo que quiere y hay también la virtud de contagiarlo a los suyos. Tras  la nube aromática de Chocol Ha que atrae a los paseantes, se percibe un trabajo de equipo en el cual cada puesto es un ingrediente imprescindible y quien lo ocupa, goza la trascendencia del producto, como esas tablillas de color café oscuro que saboreamos entre todos, cada quien su parte.                
 

3 comentarios:

  1. Interesante espacio el tuyo,
    si te gusta la poesia te invito a mis blogs.
    que tengas una buena semana.
    saludos.

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  2. Hola Minerva, espero te guste la poesía.
    te dejo mis saludos desde Valencia.
    un abrazo.

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