Este diciembre incursioné otra vez en temas que me preocupan hace tiempo y sobre los cuales no tengo más que disquisiciones: qué está pasando con los medios de comunicación; adónde se dirige la información que recibimos; en qué sitio quedan expuestos los periodistas y editores, en esa inmediata interrelación con el público que trajo la tecnología; cuál es el concepto de retroalimentación que hoy se maneja.
Todo está descolocado. Algunos teóricos muy respetados afirman que la figura del reportero está llamada a extinguirse, en virtud de la vertiginosa posibilidad de emitir noticias que tiene cualquier ciudadano (sin que el lenguaje importe, desde luego). Yo coincido. Y también observo que hasta los columnistas, llamados a una mayor reflexión, van a desaparecer, pues cualquiera está en la posibilidad de colocar su post, cuan largo sea, al pie del texto principal. Muchos de estos post compiten en extensión con el original ( es mucho más fácil elaborar un comentario al vuelo, que ponerse a pensar de verdad en un artículo serio). Y no sólo eso, con el paso de los días, si la polémica se impone, los comentarios se van apartando de las propuestas del columnista y se arman diálogos, peleas muchas veces, que avanzan al margen del autor del texto y en una dirección temática diferente, a propósito de.
Todo está descolocado. Algunos teóricos muy respetados afirman que la figura del reportero está llamada a extinguirse, en virtud de la vertiginosa posibilidad de emitir noticias que tiene cualquier ciudadano (sin que el lenguaje importe, desde luego). Yo coincido. Y también observo que hasta los columnistas, llamados a una mayor reflexión, van a desaparecer, pues cualquiera está en la posibilidad de colocar su post, cuan largo sea, al pie del texto principal. Muchos de estos post compiten en extensión con el original ( es mucho más fácil elaborar un comentario al vuelo, que ponerse a pensar de verdad en un artículo serio). Y no sólo eso, con el paso de los días, si la polémica se impone, los comentarios se van apartando de las propuestas del columnista y se arman diálogos, peleas muchas veces, que avanzan al margen del autor del texto y en una dirección temática diferente, a propósito de.
Si esto fuera edificante habría que saludarlo. Cómo no. Pero
en mi observación la gran mayoría de las veces los comentaristas improvisados se
refieren a aspectos tangenciales, a menudo de matices personales, que se
dirigen a los participantes en el debate con abundancia de descalificaciones y
hasta ofensas. Lo cual deviene finalmente en la sustitución de los argumentos,
que antes distinguían a las polémicas, por ataques personales. Claro, en la
prensa escrita y aún en las que ocurrían en espacios radiofónicos y televisivos,
la dinámica de los medios daba un margen a la reflexión sobre lo que se iba a emitir
al día o a la semana siguiente. Ahora no. El medio digital es inmediato y las
respuestas corren de manera vertiginosa hacia su receptor en la misma medida
que el autor las concibe. De ahí los insultos, la falta de profundidad, la
improvisación y la descontextualización, entre otros nocivos efectos que nada
aportan a la eficacia de la información y al debate serio, que debiera ser su
principal resultado.
Eso es lo que hoy se entiende por retroalimentación. Yo lo veo
como una subalimentación que conduce al
raquitismo y finalmente a la desaparición del periodismo.
Y habría que preguntarse en este punto: una vez devaluadas y
en vías de supresión las funciones del reportero y del articulista, ¿adónde
queda el desempeño del editor?, ¿cuál es
su papel ahora?, ¿podrá continuar con su misión moderadora?, ¿seguirá en la
tarea de dar coherencia a la publicación?
Creo que el mayor riesgo de desaparecer como figuras clave del
medio informativo lo corren los editores. Los reporteros y articulistas podrán
siempre buscar otros medios o simplemente tener sus propios espacios en blogs y
páginas personales, pero los editores tendrán que admitir -–lo están haciendo
ya— que los columnistas sólo son el dispositivo para desatar la participación
anárquica de quienes tienen el rol principal en el juego informativo: los comentaristas
o “postistas”, como suele llamárseles. Y junto a ello tendrán que renunciar en esencia a algunas
de sus funciones –lo están haciendo ya: proteger a sus colaboradores,
asumir una posición editorial respecto a ellos, tomar partido en el debate, meterse
en la bronca, conservarlos en la lista de firmas.
Pero en la situación actual que privilegia a los “postistas”,
los editores pueden hacer poco, se necesita mucha audacia y, desde luego, disponerse al riesgo de perder el
cargo. En virtud de ello los autores quedan a merced de los comentaristas
que son quienes ponen la nota espectacular, atraen a los lectores y hasta hacen
que la edición continúe con vida. O sea, ellos son los verdaderos editores y
quienes deciden el rumbo de la publicación.
Los lectores más adocenados con este estilo, acuden a estas
páginas digitales para leer los comentarios, no los artículos que los originan.
Y hay “postistas” que se han hecho famosos en el medio, mientras quienes se
toman el trabajo de investigar, reflexionar e intentar escribir textos coherentes,
respetuosos, en un lenguaje digno,
quedan en el fondo de la bodega editorial, porque de quienes se habla es de los
atrevidos postistas, a quienes por supuesto
no les preocupa el abuso de calificativos.
Se sienten invulnerables en lo que son: los mayores actores del espectáculo. Como
que de ellos depende que haya más lectores cada día, expertos en buscar lo que
ven como la posible arista escandalosa de los temas y abordarla en el estilo
más amarillista de que sean capaces.
La tolerancia, impasibilidad, admisión de este fenómeno ha
provocado que algunos de los espacios que nacieron con propósitos serios,
incluso estudiosos de la realidad en un sentido que a veces alcanzaba lo
académico, se hayan transformado hoy en sitios francamente sensacionalistas, en
los cuales algunos autores (felizmente no todos) se adecúan a esta tendencia en
el afán por conservar la atención de los “postistas”, lo cual sin duda conduce
al detrimento general del medio y, como consecuencia, a la pérdida de los
lectores más inteligentes.
No tengo claridad acerca de lo que se gana con ello. En algunos
casos será conseguir anunciantes, en muchos pienso que el temor de ser acusados
de coartar la libertad de expresión, impide a los editores usar la herramienta
del concepto editorial para frenar las intervenciones que atentan contra él. No
sé. Lo que sí aseguro es que esos espacios contribuyen hoy y cada vez más, al
empobrecimiento y desaparición del periodismo y como tales pasarán a la
historia. La vida siempre da lecciones. Por este camino, con estas
contribuciones, el fenómeno que recibimos alegremente como Era de la información
será reconocido a la larga como Era del amarillismo. Vivir para ver.
Me uno a Vargas Llosa con esta cita de un texto suyo acerca
de las tesis del filósofo francés Jean Baudrillard:
…el desarrollo de la tecnología audiovisual
y la revolución de las comunicaciones en nuestros días habían abolido la
facultad humana de discernir entre la verdad y la mentira, la historia y la
ficción, y hecho de nosotros, los bípedos de carne y hueso extraviados en el laberinto
mediático de nuestro tiempo, meros fantasmas automáticos, piezas de mecano
privadas de libertad y de conocimiento, condenados a extinguirnos sin haber
siquiera vivido.[1]
Muy bueno, Minerva. Cariños.
ResponderEliminarMuy interesante el artículo de Minerva. Es triste consignar que es cierto lo que plantea. A veces lo que más atrae a los lectores es el "chisme" que se conoce a través de comentarios que a veces están no sólo mal redactados, incluso llenos de faltas de ortografía y de redacción, y el verdadero post pasa a un segundo plano ya que lo que más llama la atención son los disparates que se leen por comentarios muchas veces anónimos, lo que les da a los autores una impunidad moral absoluta.
ResponderEliminarTodo esto ocurre -en mi opinión- debido a la absoluta inmediatez de la internet, de la web....Y es que todo lo bueno viene convoyado con algunos aspectos negativos. Como todo este cambio en la tradicional manera que existía de manejar las publicaciones es tan reciente, habrá que esperar a ver como se restituye el valor del trabajo del escritor o el periodista sin caer en la odiada censura. Es un reto que tenemos que resolver, y anticipo que no sera facil.....
DE ACUERDO TOTALMENTE. INCAPAZ SOY DE PROFETIZAR SI SE IMPONDRÁ PARA SIEMPRE, PERO SEGURA DE QUE PERMANECERÁ MUCHO TIEMPO/ESTAMOS RODEADOS.
ResponderEliminarME GUSTÓ MUCHO LO QUE ESCRIBISTE DE IVAN, YO LO LEI HACE POCO EN CUBAENCUENTRO, QUE RECIBO GRACIAS A NO SÉ QUIEN. PIENSO QUE EN TU ENSAYO, LIBRO, SOBRE LA REVISTA, PUDIERAS ACOMPANARLO DE UNA SECCION DE SEMBLANZAS A LA MANERA DE ESTA , DE LICHY, DE AGENOR, DE MANOLITO PEREIRA, ETC. YA SOBRE ALGUNOS DE ELLOS TÚ HAS ESCRITO, RECUERDO LA DE LICHI.