viernes, 27 de julio de 2012

Periodismo fangoso

En la ciudad de México, en el país entero, estamos en temporada de lluvias. La palabra lluvia siempre me ha gustado, creo que ella produce uno de los sonidos más hermosos de nuestra lengua. Desde su significado ―la lluvia da idea de limpieza y frescura― y la humedad conque se percibe, resulta muy cercana al erotismo y a la subsecuente fertilidad. La lluvia es clara. Pero, no hay dudas: todo implica a su contrario. Y junto a ello: la lluvia produce fango. Esa mezcla de la tierra con el agua se convierte en la parte oscura de la lluvia.

Me proponía escribir hoy sobre el tema, tal vez inasible, a fin de retomar este espacio, abandonado durante meses. Pero la palabra fango me destapa una cápsula sobre la que he venido reflexionando de uno u otro modo en los últimos tiempos. Así que sin omitir la introducción, me disculpo y la emprendo con otro asunto:

¿Qué es el fango en términos del periodismo?

Una respuesta muy rápida me llevaría a afirmar: el fango es lo que nos quedó tras el alud polarizado de las ideologías y en un mundo global el fango está en todas partes.
   Poco después, yo misma corregiría mi respuesta: el fango siempre estuvo en todas partes: El fango es en primer lugar la censura y todo lo que de ella deviene: la acotación a la opinión, los cortapisas, el perfil editorial aplicado a ultranza, el chantaje, la tergiversación de la noticia, la ideologización de todo lo que pasa, el miedo y la autocensura. Todo eso es el fango en el que andamos.
   De acuerdo con esto: ¿Qué nos queda?
   Nos queda –mal que nos pese a algunos pocos— la individualización de nuestro criterio. Lo cual podría traducirse en que no importa la tendencia ideológica del órgano donde escribas, lo que importa es lo que digas y cómo lo digas. Lo sabemos, el universo de la comunicación humana cambió radicalmente con la aparición de las redes sociales en el espacio cibernético. No se esperaba. Al menos no con la rapidez y el creciente alcance que éstas consiguieron en pocos años.
Internet podría haber tenido sólo funciones comerciales, claro; educativas, desde luego; culturales, por supuesto; políticas, sin duda; informativas, para eso está. Diarios y revistas se habrían colocado, como lo han hecho, con sus versiones impresas aplicadas a ese espacio. Televisoras y radioemisoras les seguirían, como así ha sido. Ese era el panorama previsto. Los comunicadores profesionales y sus jefes estuvieron muy tranquilos durante el breve tiempo en que internet les servía únicamente para el diálogo a través del correo electrónico. Recibían cartas de sus receptores, las examinaban y respondían con toda parsimonia, sin urgencias, al buen paso de las redacciones.
   Pero aparecieron las redes sociales. Y comenzó la verdadera inquietud, que se hizo mayor en la medida que el fenómeno se convirtió en algo imparable y lo peor: aumentaba. El mundo comunicativo estuvo en shock frente al potente chorro de información a través de un medio que aún no tenía leyes rectoras, ni candados, ni un jefe supremo al cual los funcionarios gubernamentales pudieran dirigirse en la forma acostumbrada. Era una suerte de caos con orden, en el cual toneladas de mensajes de cualquier índole abordaban los asuntos de siempre junto a los más inimaginales. Las barreras entre lo personal y lo público dejaban de existir en el concierto de muchas voces, infinitas tonalidades, inteligencias múltiples, patologías de toda clase, lanzadas al aire con los únicos fines de informar(se) y opinar. Era un hambre de participación y había que saciarla a como diera lugar.
   El primer producto de esta conmoción en el más reciente universo comunicacional, fue la prevalencia de la visión personal del miembro de la red; emitida ésta libremente desde la sala de casa, el espacio de una cafetería o la banca de un parque; no precisamente desde la redacción de un periódico con perfil editorial y, desde luego, compromisos de todo tipo.  
   Hoy, muchos profesionales de la información se han integrado a las redes, cada vez más activas, mientras los medios buscan afanosamente el equilibrio con ellas a través de la interlocución y la retroalimentación de los asuntos que consideran de interés general. En tal sentido los medios tradicionales han asumido el papel de inductores de temas, lo cual revela cierta resignación frente a la respuesta de las redes, que tienen la última palabra. Ellas determinan la importancia social de los contenidos, califican, corrigen, añaden, incluso investigan, y, por supuesto, imponen nuevos aspectos desde un enfoque personal, que se vuelve colectivo de acuerdo con las afinidades grupales. Finalmente social.
   En este entorno el periodista continúa siendo el portador de los instrumentos técnicos necesarios para ejercer la misión comunicativa. Por mientras; sostengo que sólo por mientras. Porque entre otras cosas el rumbo de las redes sociales es imprevisible, característica que hasta hoy ha obligado a cambiar el ejercicio que parecía inamovible de los medios tradicionales. Aquellos que no lo han hecho, especialmente los órganos dizque  informativos de los países totalitarios, permanecen como figuras representativas de una prensa que pocos leen, con nula credibilidad, cuya única función radica en ofrecer un punto de referencia acerca del pensamiento oficial sobre el suceso, pues la noticia se busca en otro lado. Los ávidos receptores de esos países se las arreglan como pueden para acceder a las redes sociales y los blogs, los mensajes de telefonía celular y los envíos de los amigos por correo electrónico. Todo un tema para tratar en otra fecha.       
   De momento, lo interesante es reconocer que el intercambio informativo entre profesionales del periodismo y receptores que se vuelven emisores en las redes, se ha vuelto más polémico e inmediato. A menudo se entablan discusiones que van desde lo argumentativo hasta lo ofensivo, pero que finalmente constituyen una retroalimentación ciertamente novedosa en el ámbito de la comunicación social y el trabajo informativo. Esta reducción vertiginosa de la distancia, hasta no hace mucho abismal, entre el líder de opinión y sus seguidores, es uno de los productos más apreciables de la prevalencia de las redes sociales. El líder se ve obligado a entrar en contacto con sus lectores o escuchas a través de las redes y esa cercana inmediatez, lo iguala. En el juego del debate, todos se sienten comunicadores y el líder baja de su pedestal para hablar con los demás. Ya no es más un dios.
   Por otra parte, y aunque parezca un lugar común, hay que recordar que el paso de las ideologías por los medios a lo largo del siglo XX, fue verdaderamente devastador. Ahora sabemos que ese paso fue lo que contribuyó a la deshumanización que hoy exhiben los medios institucionales. Para unos, el dinero está por encima de todo y la misión única de los humanos es conseguirlo a como dé lugar; muchos más hacen creer que Dios rige  nuestros pasos al detalle, luego entonces debemos conseguir su simpatía cueste lo que cueste; otros convencen a los demás de que las masas son lo primero y los de a pie (únicamente los de a pie) deben reprimir, si es posible suprimir, el más leve anhelo individual, a fin de no dañar la gran tarea colectiva.
   La polarización de los medios, en torno a éstas y otras derivaciones ideológicas produjo a lo largo del siglo XX omisión, censura y todo lo que enumeré como géneros del fango. Hoy esos medios han dejado muy atrás la razón de ser del periodismo: informar acerca de la actualidad, buscar la verdad sobre los sucesos de interés general. Hoy, la gran mayoría de esos medios institucionales, circulantes bajo todas las banderas ideológicas, lo que buscan es escamotear los hechos, ocultar la verdad. A menudo crean un nuevo relato de cada suceso trascendente. No se trata de enfoques, mucho menos de puntos de vista, lo cual sería muy válido. Se trata simplemente de esconder partes, detalles, trozos de lo ocurrido, a fin de sustentar la historia a partir de una ideología determinada y, por supuesto, quedar inmunes.
·        Así, pese a las décadas transcurridas y al esfuerzo de cineastas, investigadores y periodistas, nunca sabremos a ciencia cierta quiénes mandaron asesinar al presidente Kennedy. Ni las razones de la impotencia del gobierno norteamericano frente al indiscriminado uso de armas en varios de sus estados. Ni abundarán los medios oficiales de los Estados Unidos sobre el vinculo de la industria del armamento con el pensamiento más interventor y guerrerista de ese país.
·        Así, la historia del pederasta mexicano, sacerdote de la Iglesia Católica, el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, se acalló durante años por parte de los jerarcas de su tribu, mientras eran desoidas por la prensa las voces de sus víctimas. Cuando un canal de televisión les prestó atención, fue cancelado. O sea: dejó de existir.
·        Así, no habrá explicación sustentable sobre la muerte de varios disidentes en Cuba en los últimos años. Así tampoco la hubo acerca del encarcelamiento de 75 de ellos en el año 2003, durante la llamada Primavera negra.
   Así, así, así….
   Se trata de la decadencia definitiva de la prensa tradicional, cada vez más sujeta a los intereses extra informativos que la inducen a fundamentar negaciones, en cuyo proceso nadie admite errores, nadie es suceptible de olvidar algo, nadie se arrepiente y mucho menos pide disculpas. Es un acto de soberbia descomunal y desde luego, este esquema responde a lo que se conoce como periodismo totalitario. Cito:
   El profesor y teórico del periodismo Emil Dovifat (1890-1969) se valió del término “periodismo totalitario” para definirlo como una práctica inescrupulosa que inserta la valoración política en el cuerpo de la noticia, y sin el mayor reparo utiliza recursos tan poco éticos como la ambigüedad, la difamación y la descontextualización, a fin de provocar reacciones que por su carga emocional, ofusquen al receptor y le impidan analizar los hechos con claridad. [1]
   Periodismo ejercido, no tengo dudas, en los regímenes abiertamente autoritarios pero también en sus supuestos oponentes demócratas. Hoy, los periódicos y los noticieros televisivos, los radiofónicos de todos los confines del mundo, están llenos de este periodismo mentiroso, manipulador, ideologizado, mercantil, y otros epítetos más. Muy pocos se exceptúan. Y a los receptores nos quedan las redes sociales, contaminadas por todo lo que hemos calificado como nefasto, pero también con amplias zonas de libertad, como he dicho en otro ensayo:
   En su aspecto más positivo hay que aceptar que nunca como ahora se había adecuado tanto el medio a los objetivos de tantos emisores y jamás lo había hecho de manera tan vertiginosa. Esta ductilidad convierte al medio, al escenario, en una herramienta de eficacia inusual para enfrentar la manipulación, la monopolización de la opinión, finalmente la censura. Justamente porque internet es inasible y los cortapisas no alcanzan para limitar la multiplicidad de los mensajes que transitan por el ciberespacio. Los censores se enfrentan entonces a un emisor sin rostro definido, cuya diversidad es imposible de controlar y cuyas posibilidades rebasan el término de lo inaudito. Se trata de un barril lleno de agua con numerosos hoyos: los censores y los manipuladores tapan unos, que de inmediato son sustituidos por otros. Y ello convierte a la guerra contra internet en una guerra sin fin, pues el adversario, opinador y distribuidor de la información, está en todas partes y al mismo tiempo en ninguna. ¿Esquizofrenia?. Tal vez.. Yo lo llamaría el mayor ―y por supuesto, el más riesgoso― escenario de libertad que han construido los humanos para comunicar lo que piensan y sienten respecto a los fenómenos que les rodean.[2]
   Por primera vez en la historia, cada uno de nosotros tiene un medio propio. Defendamos esa pertenencia con honestidad y respeto. Somos más.


[1] Salado Minerva. “Protagonismo del lenguaje (II)”, revista digital Cubaencuentro, 17 noviembre 2011.
[2] Rodríguez Miriam y Salado Minerva. “Periodismo y literatura en Ryzard Kapuscinski”, En proceso editorial en la revista UNION, La Habana, Cuba.

3 comentarios:

  1. Muy bien tu artículo inicial del blog. También leí el del Lichón que es una joyita del recuerdo. Te confieso que me encanta el fango de la web. Detesto la chismografía de las redes sociales, la chusmería y todas esas lacras que proliferan y que son exactamente lo que produce la libertad de expresión.
    Creo que la creación de la internet es el momento mas brillante y hermoso de la historia de la humanidad. Poder escribir lo que a uno le de la gana sin depender de un censor, un patrocinador o del dinero, es precisamente eso.....la libertad. Nuestro oficio pierde galanura, es cierto, ya no es selectivo, pero al menos yo....así lo prefiero. Que brille entonces el que tenga talento, no el que sea militantón o ricachón. Convivamos -no hay de otra- con los miserables tiranos de la tierra pero y también con gente decente y honesta como Payá. Se que la democracia no es perfecta, pero que VIVA y para siempre y que MUERAN las tiranías, lo mismo las de izquierda que las de derecha...
    Y que VIVA para siempre la web........Iván

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  2. Ahora lei tu artìculo en Esquina con banca. ¿Ves que no estamos viejos? Es hasta tierno, sobre todo cuando empiezas hablando de la lluvia. Y el tìtulo Periodismo fangoso. Me trajo al coco el poema de Borges donde La lluvia, donde afirma al inicio:
    Bruscamente la tarde se ha aclarado
    porque ya cae la lluvia minuciosa.
    Cae o cayò. La lluvia es una cosa
    que sin duda sucede en el pasado.
    Y aunque no soy muy adicto a eso de las redes sociales, el estilo es el estilo, amiga mìa (ya no existe el oficio de corrector de estilo) y tu texto està repleto de buen estilo, reposado. ¿Crees que hubieses podido escribir algo asì en un feibù o el twitter? A veces siento que esas cosas matan la creatividad, y te constriñen el pensamiento. Eres de la vieja guardia, y gracias a Dios trabajamos en un lugar donde el periodismo que hacìamos ya no viene. Este pàrrafo es demoledor:
    "Por otra parte, y aunque parezca un lugar común, hay que recordar que el paso de las ideologías por los medios a lo largo del siglo XX, fue verdaderamente devastador. Ahora sabemos que ese paso fue lo que contribuyó a la deshumanización que hoy exhiben los medios institucionales. Para unos, el dinero está por encima de todo y la misión única de los humanos es conseguirlo a como dé lugar..."
    Coño, Miner, eso es periodismo. Un pàrrafo perfecto. Asì es exactamentes, como defines la vaina, quizàs mucho peor. Gracias, chica, por renovar esta lecciòn. Abrazo de mamey colorao.

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  3. Hola Minerva,interesante tu blog, me gustó el de protagonismo del lenguaje, no sabia que también eras ensayista enhorabuena!
    Un abrazo

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