Ahora quiero reproducir aquí en forma de serie, mi parte del texto, no sólo porque me parece importante que no se olvide la trayectoria de Kapuscinski en su esfuerzo por vencer la censura de cada día, sino para retomar las armas conque lo hizo. A veces la audacia por sí misma, logra poco cuando no se tiene el instrumental que aquí señala el periodista. Los censores, a menudo muy ignorantes, con frecuencia no son más que policías y, aunque tengan alguna noción de las letras, su afán persecutorio prevalece sobre la lucidez que implica la cultura.
No es la primera vez que dedico espacio a
Kapuscinski aquí, puesto que sus libros están entre mis lecturas favoritas. No obstante, hoy es diferente. Hoy utilizo las lecciones de su recorrido profesional para decir lo que pienso sobre la represión a los periodistas en ejercicio de sus derechos, en cualquier país y en todos los sistemas de gobierno. Esa práctica nefasta que llevó a pensar a Kapuscinski que la censura es una condición inherente al ejercicio del periodismo. En lo particular y pese a mi admiración hacia él, me niego a aceptar que continúe siendo así. Sería como admitir de antemano, el triunfo del poder frente al derecho de los ciudadanos a recibir información y a pensar por sí mismos acerca de los contenidos que reciben. Al menos hay que seguir dando la batalla, tanto como él lo hizo.
Por lo pronto, aquí queda el segmento inicial de la serie:
Las herramientas esenciales
Al hablar de las
herramientas en el trabajo de Kapuscinski quiero remontarme a la idea que tuvo
sobre el equipaje del periodista:
El viaje del reportero excluye todo aquello que
caracteriza a la excursión turística. Exige arduo trabajo y gran preparación
teórica. Hay que documentarse a fondo sobre el territorio que se piensa
visitar. Ajeno al ocio, transcurre en medio de una absoluta concentración.
Debemos ser conscientes de que el lugar al que hemos ido a parar tal vez no lo
volvamos a ver nunca más. Sabemos que jamás regresaremos a él y tenemos un hora
para conocerlo. Una sola hora para ver, oír y memorizarlo todo, para fijar en
la memoria la situación, la atmósfera, el aire que se respira. (3).
O sea, que el periodista
―corresponsal o no―, debe viajar con lo imprescindible. Y lo imprescindible
está integrado por un conjunto de factores que entran en la clasificación de lo
inmaterial, incluso de lo inadvertido por los otros, cualidades que los hace
aún más útiles: en primer lugar, sus sentidos (los cinco); su memoria, su
conocimiento del tema, su capacidad de observación, su sensibilidad.
Ningún aparato, por
sofisticado que sea, puede sustituir las cualidades innatas, cuidadas y
desarrolladas por un buen reportero. En especial, cuando él sabe que en algún
momento le van a intentar inducir, e incluso escamotear, la información.
Podrían sustraerle sus cámaras, su grabadora, su computadora portátil, su
teléfono celular, todo su equipo, incluso despojarle de su pequeña libreta de
notas, arrebatarle sus lapiceros. No obstante, si logra llegar al espacio donde
está la fuente de la noticia, que es finalmente el objetivo central, entrará en
él con las herramientas que le acompañan: será imposible impedir que observe
(aún los elementos ocultos); y mucho menos podrán borrar de su memoria las
imágenes que vio, las palabras clave, tal vez entrecortadas, que escuchó; los
olores que aspiró. Podrá tomar en cuenta el sabor de las infusiones, el nervio
de la gestualidad en los emisores, y hasta el roce de los dedos con el papel,
burdo o fino, en el que se distribuye la óptica oficial. No hay conferencia de
prensa por controlada que esté, que pueda con ese instinto. No existe un funcionario
lo suficientemente convincente para enfrentar a un periodista, en posesión de
semejantes herramientas, que busca la verdad.
Esas fueron las armas de Kapuscinski, siempre engrasadas para entrar en acción, sobre todo cuando “el otro tiene una visión sesgada de los hechos, o intenta manipularnos con su opinión.” (4).
En el avatar del trabajo internacional, Kapuscinski perfeccionó ese instrumental, al que añadió piezas que facilitaron su ejercicio: conocer varias lenguas; ser un ávido lector, capaz de obtener lo necesario de forma rápida y en situaciones poco comunes; ejercitar la habilidad para dialogar con personas de diferentes culturas, creencias, costumbres, o lo que es lo mismo: prestar atención a los otros.
Entre sus libros, Los cinco sentidos del periodista, es el que refiere con mayor detalle el ejercicio en los variados ámbitos en los que trabajó, una práctica presidida por dos requerimientos que en lo personal considero su mayor legado: el anonimato y la lejanía del poder. Recomendaba a los colegas mantenerse lejos de los beneficios que ofrece esta cercanía y advertía sobre uno de sus efectos principales: la autocensura. La reflexión conclusiva en torno a los límites informativos que sufría
(3) Ryszard Kapuscinski: El mundo de hoy. Editorial Anagrama, Barcelona, 2004, p. 73
(4)
ibídem p.77
(5) Ryszard Kapuscinski: Los cinco sentidos del periodista, Fondo de Cultura Económica,
México, 2003, pp.85-86
Gracias por compartir y felicidades.
ResponderEliminar¡Muy interesante!
Definitivamente estoy de acuerdo contigo, el que censura es un policía, aunque no ejerza como tal. Esta es la banca de las referencias obligadas. Gracias Minerva una vez más.
ResponderEliminarMi abrazo, Ena.
Gracias Minerva por recordar aquellos gloriosos y al mismo tiempo duros
ResponderEliminare inolvidables tiempos de la Revista Cuba. Fuimos protagonistas de un periodismo muy especial en aquella Cuba que tanto amamos, bajo un sistema politico opresor e intolerante que despreciamos y hasta odiamos.
Espero que algun dia la difunta Revista Cuba adquiera el reconocimiento que merece por haber brillado a pesar de los pesares.......Ivan Canas